Noticias | 12 Noviembre 2021

‘Observando los polos’, un recorrido científico por el Ártico y la Antártida

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El libro, editado por científicas del ICM, da conocer las similitudes y diferencias de las zonas polares y expone las alteraciones que sufren debido al cambio global.

El texto va acompañado de una espectacular colección de imágenes / Manuel Dall'Osto (ICM-CSIC)
El texto va acompañado de una espectacular colección de imágenes / Manuel Dall'Osto (ICM-CSIC)

La Antártida y el Ártico son regiones tan remotas e inhóspitas como atractivas. Numerosas expediciones han llegado hasta allí en busca de recursos naturales o con el fin de abrir nuevas vías de transporte marítimo y comercio. Asimismo, han sido visitadas por su gran interés científico, ya que juegan un papel clave en la regulación del clima de la Tierra y se consideran un “laboratorio” ideal para el estudio de los contaminantes a nivel global.

El libro Observando los polos (CSIC-Catarata) ofrece una visión multidisciplinar del conocimiento científico sobre ambas regiones a la vez que describe la historia y la situación actual de la investigación polar en España. En su elaboración, han participado más de 50 especialistas de la plataforma temática interdisciplinar POLARCSIC, entre los cuales se encuentran las científicas del Institut de Ciències del Mar (ICM) Vanessa Balagué, Clara Cardelús y Magda Vila, que han ejercido de editoras del libro.

El texto, que va acompañado de una espectacular colección de imágenes, aborda cuestiones como la evolución geológica de los polos, sus ecosistemas terrestres y acuáticos, el clima pasado, presente y futuro de ambos lugares, los acuciantes problemas de contaminación que sufren estos territorios o el papel que pioneras como Josefina Castellví han tenido en su investigación.

“Con esta publicación perseguimos concienciar a las nuevas generaciones sobre la importancia y vulnerabilidad de las regiones polares, y plantear la necesidad de una investigación especialmente enfocada a comprender y evaluar su papel en el futuro incierto de nuestro planeta”, afirman Clara, Vanessa y Magda.

Semejanzas y diferencias polares

En este recorrido por los dos lugares más recónditos del planeta se ponen de manifiesto tanto sus similitudes como sus diferencias. “Ambos están cubiertos de nieve o hielo, no tienen luz durante los seis meses invernales, y en ellos habita una fauna y una flora que ha conseguido adaptarse a condiciones extremas, pero los dos polos son distintos. El Ártico está formado por un océano rodeado de tierra, mientras que la Antártida es un continente rodeado de mar”, explica el libro.

Por otro lado, el océano que rodea la Antártida comprende unas masas de agua que circulan en el sentido de las agujas del reloj y provocan que el continente quede aislado. Este fenómeno hace que la región sea la más fría de las dos. Por el contrario, el Ártico no muestra este aislamiento, ya que tiene una gran conexión con el resto de tierras que lo rodean gracias a la multitud de vías de agua naturales que existen.

Centinelas de la contaminación global

Las regiones polares son especialmente susceptibles de sufrir los efectos nocivos de contaminantes generados a miles de kilómetros de distancia. “El carácter aislado de estas zonas permite que actúen como una especie de ‘lienzo en blanco’ para el estudio de la presencia y la dinámica global de los contaminantes que son capaces de llegar hasta allí”, señala el texto.

“Los ecosistemas polares ofrecen un escenario simplificado respecto a otras regiones del planeta más antropizadas. Por ello, buena parte del conocimiento que tenemos sobre el comportamiento de algunos contaminantes a nivel global se ha confirmado y validado a través de investigaciones polares”.

Josefina Castellví: una pionera en la Antártida

Los inicios de la exploración polar española tienen nombre de mujer: la oceanógrafa e investigadora del ICM Josefina Castellví. Ella, junto con la también investigadora del ICM Marta Estrada y la periodista Charo Nogueira, fueron las tres primeras mujeres españolas que pisaron suelo antártico, donde las dos científicas llevaron a cabo proyectos de investigación en ese territorio como integrantes de una expedición argentina en el año 1984.

Más tarde, Castellví formó parte del equipo del CSIC que hizo posible el establecimiento de la Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, situada en la isla Livingston, que se inauguró en enero de 1988. La investigadora se encargó de dirigirla desde 1989 hasta 1994. Así, se convirtió en la primera mujer responsable de una base antártica.