El ICM lidera diversas iniciativas de colaboración entre ciencia y sociedad para contribuir a la investigación.

No fueron los científicos profesionales los que marcaron los grandes avances científicos hasta bien entrado el siglo XIX, sino la curiosidad de los amateurs. En campos como la astronomía y la botánica, miles de contribuciones inexpertas han servido para descubrir nuevas estrellas o especies, y aún hoy lo siguen haciendo.
Durante el siglo XX, la ciencia se fue profesionalizando y el número de disciplinas y especialidades creció a gran velocidad a medida que lo hacían la influencia y la interconexión de las instituciones regladas, como es el caso de las universidades y centros de investigación. En consecuencia, se han ido creando barreras entre las personas con acceso al conocimiento científico y el público en general, y la ciencia se ha atrincherado en una torre de marfil de la que es difícil hacerla descender.
Afortunadamente, cada vez surgen más iniciativas de ciencia ciudadana que intentan revertir esa tendencia y hacer a todas las personas partícipes y conocedoras del método científico, a la vez que se enriquece a la ciencia con datos a los que no podría acceder de otro modo.
Hacia una investigación más democrática
La sociedad dispone, en la actualidad, de conocimiento, herramientas y recursos que pueden contribuir al avance de la investigación. La ciencia ciudadana es una herramienta para generar conocimiento científico que cuenta con la implicación activa de personas no especializadas en este ámbito.
Estas investigaciones están conducidas parcial o completamente por científicas y científicos aficionados o no profesionales que pueden participar en alguna, varias o todas las etapas del proceso de investigación. Entre ellas figuran la captación, el procesamiento y la interpretación de datos, además de la identificación y la definición de problemas.
Durante este proceso, las personas voluntarias que participan en las iniciativas de ciencia ciudadana, al mismo tiempo que aportan datos, adquieren nuevos conocimientos y habilidades, lo que conduce a una investigación más democrática como resultado de un escenario abierto, colaborativo y transversal que crea interacciones entre la ciencia, la sociedad y las políticas.
Sin embargo, el hecho de que en estas investigaciones de ciencia ciudadana participen personas no especializadas no significa que los resultados sean menos fiables. Existen distintas formas de dotar de rigor y calidad a estos proyectos. Una muy habitual es contar con la colaboración de la comunidad científica en las distintas fases de este proceso, desde en el diseño hasta en la verificación de los datos y su posterior interpretación.
La ciencia ciudadana marina
La crisis climática, la sobrepesca y la contaminación marina, entre muchas otras amenazas antropogénicas, están poniendo en jaque el futuro del océano. Ante este escenario, es urgente mejorar y consolidar los esfuerzos de conservación marina. Por ello, las Naciones Unidas han declarado esta década como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible, que tiene como objetivo abordar las lagunas de conocimiento con el fin de aumentar las acciones de conservación de los océanos por parte de los gobiernos y las comunidades.
La ciencia ciudadana marina se erige como una herramienta prometedora para alcanzar estos objetivos relacionados con la conservación marina en todo el mundo. Además, puede mejorar la alfabetización científica del público, ya que permite a las comunidades comprometerse con el océano. A su vez, el hecho de basar la ciencia ciudadana marina en las comunidades hace que los resultados se puedan aplicar más rápidamente en las políticas y en la gestión.
Éxitos y retos
La ciencia ciudadana se ha demostrado exitosa en muchos proyectos en todos los mares del mundo. Por ejemplo, se ha contado con científicos no especializados en Australia, donde se ha capacitado a las personas para que defiendan la salud de los arrecifes a través de experiencias educativas y acciones de conservación locales. Asimismo, en el archipiélago de Pelagie (Italia) se ha contado con la participación de embarcaciones de turismo para investigar la distribución espacio-temporal de la tortuga boba (Caretta caretta) en una de las principales zonas de alimentación de esta especie en el Mediterráneo donde, además, se produce una alta mortalidad inducida por la pesca. Y, por su parte, los franceses utilizan datos de buceadores recreativos para la identificación de especies marinas.
Pero esto no es todo, pues gracias a las iniciativas de ciencia ciudadana también se han monitorizado fenómenos biológicos transitorios a gran escala, como es el caso de la floración de especies de medusas en Malta. Por último, esta modalidad científica se ha empleado para hacer un seguimiento poblacional y para identificar distintas especies de peces subacuáticos de tres futuras Áreas Marinas Protegidas (AMPs) de Túnez, donde no se registraron diferencias significativas entre los datos recogidos por buzos científicos y buzos voluntarios, eso sí, entrenados científicamente.
Sin embargo, la ciencia ciudadana también se encuentra ante algunos retos. Uno de ellos es que, normalmente, se centra en la recogida de datos y no se involucra a los participantes en las posteriores etapas del proceso científico. Por ello, los expertos abogan por una “ciudadanía científica” que sea capaz de repensar las formas de trabajar de la ciencia y hacer de la ciencia ciudadana un proceso democrático con capacidad transformadora en la política y en la sociedad.
Por otro lado, existen algunos detractores de esta práctica que consideran que podría dar más trabajo a las personas que se dedican a la ciencia profesionalmente al tener que dedicarse a revisar y transcribir la información. Finalmente, hay quien tiene dudas de estas personas no expertas, sobre todo cuando los proyectos ofrecen recompensas económicas por participar. No obstante, en textos científicos y de divulgación hay muchos casos de éxito, y la mayoría coinciden en el hecho de que si se hace bien, la ciencia ciudadana es altamente beneficiosa para todas las partes.
Observadores del Mar celebra su décimo aniversario
Observadores del Mar es una plataforma de referencia de ciencia ciudadana que, desde el año 2012, se dedica a la conservación del medio marino implicando en esta tarea a la ciudadanía. Lo hace proponiéndole retos y proporcionándole protocolos científicos directos y sencillos para que pueda participar en el proceso científico. Está coordinada por tres centros del CSIC; el Institut de Ciències del Mar (ICM) de Barcelona, el Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB) y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA). Su objetivo es implicar a distintos sectores de la sociedad y formar un amplio tejido entre la ciudadanía, las entidades vinculadas con el mar y la comunidad educativa para colaborar con los equipos científicos que lideran y asesoran los proyectos.
Casi un centenar de científicas y científicos se encargan de validar los datos de las observadoras y observadores voluntarios y se preocupan de enseñarles a recoger los datos de la misma forma en la que lo harían ellos con tal de facilitar la posterior estandarización de los mismos. Esto lo consiguen mediante la organización de talleres en diferentes puntos de la costa. En este sentido, por ejemplo, en el año 2020 obtuvieron 11.135 observaciones validadas, de las cuales 764 destacaron por su valor científico o calidad fotográfica. Además, se reportaron en la plataforma 34 especies de interés incluidas en listas de especies relevantes ecológicamente.
Además, el ICM ha puesto en marcha otras iniciativas de ciencia ciudadana, como es el caso del Patí Científic, un proyecto de monitoreo de las aguas costeras de Barcelona que ha convertido el Patí Català, un pequeño catamarán de construcción tradicional y sostenible, en una embarcación científica. Otra iniciativa de éxito es la BioMARató, que promueve la conservación del medio marino fotografiando la fauna y la flora del litoral catalán con el objetivo de utilizar los datos en estudios marinos.