Los detalles se recogen en un estudio liderado por el ICM-CSIC que vincula las diferencias de tamaño de las sardinas entre dos zonas muy próximas con la temperatura del agua a la que viven las poblaciones.

Un nuevo estudio liderado por el Institut de Ciències del Mar del CSIC (ICM-CSIC) ha identificado la temperatura como factor clave del menor crecimiento de la sardina (Sardina pilchardus) en el norte de la costa catalana. La investigación muestra diferencias notables en el tamaño de las sardinas entre dos zonas muy próximas de la costa, Arenys de Mar (sur) y el Golfo de Roses (norte), que se explican por las diferentes condiciones de temperatura. El artículo, publicado recientemente en la revista Marine Environmental Research, aporta nueva información para entender mejor la problemática de la sardina en el norte de la costa catalana y en el Golfo de León.
La investigación se enmarca en el proyecto WINFISH, enfocado en analizar cómo las condiciones ambientales afectan a especies de peces de aguas templadas como la sardina. Para llevarla a cabo, el equipo ha combinado técnicas clásicas de lectura de otolitos —estructuras calcificadas que registran la edad y el crecimiento de los peces— con datos oceanográficos obtenidos por satélite, como la temperatura superficial del mar o la concentración de clorofila, indicador de la productividad primaria.
Diferencias claras de crecimiento
Los resultados muestran que las sardinas del sur tienen un crecimiento más rápido, y alcanzan mayores tallas a la misma edad que las del norte, probablemente porque viven en aguas más cálidas durante la primavera y el verano, período de crecimiento de la especie.
“La zona norte, adyacente al Golfo de León, está fuertemente influenciada por vientos fríos del norte, lo que hace que el agua sea unos 3 ºC más fría en esta época clave”, explica Joan Mir, primer autor del estudio. “Esta diferencia repercute en el crecimiento inicial de los juveniles, que queda limitado ya desde el primer año y condiciona toda su vida”.
El equipo descarta que las diferencias se deban a factores biológicos como la edad de madurez sexual, la condición corporal, el período reproductivo o la presión pesquera, ya que son similares en ambas zonas.
Una crisis relacionada con el cambio climático
Además, el equipo investigador ha analizado cómo han variado la temperatura y la productividad primaria a lo largo del tiempo y ha detectado un cambio de régimen térmico en el norte en 2007. Este cambio coincidiría con el colapso de la pesquería de sardina en el Golfo de León y podría explicar el empeoramiento repentino del crecimiento de los individuos en esta región desde entonces.
“Cabe remarcar que la zona norte está influenciada por los procesos oceanográficos que tienen lugar en el Golfo de León y hemos observado que tanto la temperatura del agua como el crecimiento y la composición de tallas de la sardina de esta zona son muy similares a las del Golfo de León”, comenta Ana Sabatés, investigadora principal del proyecto.
“Aunque a pequeña escala más temperatura implica más crecimiento, en escenarios de cambio climático la situación es más compleja”, apunta Mir. “La caída repentina de la talla de la sardina en el Golfo de León se explicaría por una reducción del crecimiento entre la edad 1 y 2 a partir de 2008, probablemente relacionada con un adelanto en la edad de madurez, provocado por el incremento de temperatura”.
El estudio también revela un cambio fenológico en la productividad primaria, clave para la alimentación de las sardinas juveniles. En la zona norte, el período de máxima productividad finaliza 32 días antes que hace 20 años, lo que representa un 25% menos de días con alta productividad, mientras que en el sur se ha mantenido más estable.
“Este doble efecto —temperatura más alta y disminución de alimento— generaría un estrés considerable para las sardinas jóvenes, especialmente en el norte”, destaca Ana Sabatés, investigadora principal del proyecto.
Perspectivas para la gestión y la investigación
Los resultados del estudio no solo ayudan a comprender mejor el declive de la sardina, sino que también apuntan hacia la necesidad de una gestión pesquera más adaptativa, especialmente en el contexto actual de cambio global.
“Conocer cómo responden las poblaciones a las condiciones ambientales nos permite anticipar respuestas y ajustar las políticas de gestión para garantizar la sostenibilidad de los recursos”, señala el equipo científico.
De cara a futuras investigaciones, el objetivo será profundizar en los mecanismos fisiológicos y metabólicos que hay detrás de estos cambios, como la maduración precoz en contextos ambientales adversos. Esta línea de investigación puede ser clave para entender si las especies marinas serán capaces de adaptarse a escenarios climáticos, que son cada vez más extremos.