Un nuevo estudio realizado por investigadores del ICM prueba la existencia, a 700 metros de profundidad en el cañón de Blanes, de esponjas carnívoras que han crecido sobre cuerdas de nailon y otros plásticos.
Cada año se vierten a los mares y océanos del planeta unos 12 millones de toneladas de plástico a un ritmo de 200 kilos por segundo. Aunque cuando hablamos de contaminación por plásticos en el mar pensamos normalmente en 'islas de plástico' y residuos flotantes, lo cierto es que los fondos marinos tampoco se libran de esta epidemia.
Los cañones submarinos son una de las vías principales de entrada de estos residuos a las zonas más profundas del océano, donde la falta de luz y las bajas temperaturas impiden la degradación del plástico.
Así se desprende de un estudio publicado este mes de agosto en la revista especializada Marine Pollution Bulletin que prueba la existencia, a 700 metros de profundidad en el cañón de Blanes, de esponjas carnívoras que han crecido sobre cuerdas de nailon y otros plásticos.
Según los autores del estudio, del grupo de Ecología de Celenterados del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona, la presencia de plástico parece no perjudicar directamente el crecimiento de las esponjas, si bien pone de manifiesto que los residuos plásticos llegan al océano profundo a través de los cañones submarinos y otras zonas de pendiente pronunciada.
"Este hallazgo es un hecho sorprendente, ya que nunca antes se había detectado la presencia de esponjas carnívoras en residuos, expone Andreu Santín, investigador del grupo de Ecología de Celenterados del ICM, que añade que "una de las cosas que más nos sorprendió es la elevada densidad de individuos -30 en 10 cm2- sobre el plástico ", un hecho que se ha observado muy raramente en otras poblaciones naturales.
Los treinta individuos descubiertos en el cañón de Blanes pertenecen a la especie Lycopodina hipogea, que se alimenta de pequeños crustáceos. En los años 90 ya se tenía constancia de la existencia de especies de esponjas carnívoras, pero esta es la primera vez que se ven en el litoral catalán.
En referencia al plástico, según Santín, "aunque los desechos marinos hayan resultado ser un sustrato óptimo para el crecimiento de estas esponjas, hay que tener en cuenta que los plásticos liberan compuestos muy perjudiciales para el medio, y aún estamos muy lejos de conocer la gravedad real de lo que esto supone para la biodiversidad marina".
Estudios anteriores ponen de manifiesto que los desechos flotantes son vectores de dispersión para la biota marina, incluidas las especies invasoras. Sin embargo, y aunque cada vez hay más indicios del uso de desechos como sustrato por parte de organismos marinos, el rol que estos puedan tener como vectores de dispersión en el mar profundo casi no se ha estudiado.
El hallazgo, que fue totalmente fortuito, tuvo lugar a finales de febrero durante una campaña del proyecto ABRIC que lidera el investigador del ICM Pere Puig. Este proyecto estudia el impacto de la pesca de arrastre en los ecosistemas marinos del cañón de Blanes y tiene como objetivo final ayudar a establecer medidas de cogestión que hagan compatible la pesca con la conservación de los ecosistemas.