Noticias | 30 Septiembre 2025

Cooperar para sobrevivir: la naturaleza tras la metáfora de "Flow"

Share

En el “A Fondo” de este mes hablamos de la multipremiada Flow, que proyectamos hace unos días en el ICM en el marco del ciclo “CSIC de Cine” con un debate previo muy enriquecedor a cargo del personal investigador de la casa.

"Flow" es un filme de animación que retrata un mundo postapocalíptico donde un gato y otros animales se alían para sobrevivir / Maud Andrieux.
"Flow" es un filme de animación que retrata un mundo postapocalíptico donde un gato y otros animales se alían para sobrevivir / Maud Andrieux.

Hace unos días, el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) acogió una nueva sesión del ciclo “CSIC de Cine”, una iniciativa que desde hace tres años une proyecciones cinematográficas con diálogos científicos abiertos al público. La propuesta se ha convertido en una vía privilegiada para vincular investigación y cultura, llevando la ciencia al auditorio de una manera más cercana y participativa. En esta ocasión, la película escogida fue Flow, un filme de animación que retrata un mundo postapocalíptico donde un gato y otros animales se alían para sobrevivir. Su historia fantástica, tierna y a la vez inquietante, sirvió como punto de partida para un debate en el que participaron Vanessa-Sarah Salvo, investigadora del ICM-CSIC y presentadora del acto; Rafel Simó, también investigador del ICM-CSIC, y Javier del Campo, del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC).

La cooperación como motor de vida

El debate arrancó cuestionando un tópico tan arraigado como el de la competencia como único motor de la evolución. 

“En los ecosistemas hay competencia, sí, pero no nos podemos quedar solo con esta parte de la historia”, advertía Rafel Simó. Para él, la ciencia y la cultura han tendido a sobrevalorar la lucha y a olvidar que la naturaleza está llena de ejemplos de mutualismo y simbiosis. Desde los líquenes hasta los peces que limpian a otras especies, pasando por las plantas que necesitan hongos para crecer, el mensaje es claro: la vida prospera cuando hay colaboración.

Javier del Campo añadía una mirada evolutiva. 

“No todo es la lucha por la vida, la cooperación también es un factor que nos ayuda a adaptarnos”, apuntaba, recordando que los arrecifes de coral solo existen gracias a la simbiosis entre corales y algas microscópicas. La adaptabilidad, pues, no es una anécdota, sino un motor evolutivo tan poderoso como la competencia. Esta idea conectaba de manera directa con la trama de Flow, donde la unión de los animales se erige como única estrategia posible frente a la adversidad.

Interdependencia y fragilidad

El diálogo también sirvió para desmontar otros mitos. Simó advertía que “el que está más arriba de la cadena alimentaria es a menudo el primero que cae”. Lejos de ser los invencibles “reyes de la selva”, los grandes depredadores —como los tiburones— son los más vulnerables a los impactos ambientales. En cambio, la resiliencia se encuentra en la base de la pirámide ecológica, donde la diversidad y la redundancia funcional garantizan la continuidad de los ecosistemas.

La reflexión sobre la fragilidad de los depredadores conducía a una idea aún más amplia: la interdependencia de toda forma de vida. 

“Ningún ser vivo está solo en el planeta: todos somos interdependientes”, remarcaba del Campo, que recordaba que los humanos somos holobiontes, es decir, organismos formados por nosotros y por todos los microorganismos que nos habitan. Una realidad que evidencia que la salud de nuestra especie está íntimamente ligada a la del planeta. 

“Si preservamos el planeta no es por él, es por nuestra especie”, sentenciaba del Campo con la intención de añadirle una capa de pragmatismo.

En este punto, los ponentes aportaron ejemplos de la capacidad de regeneración de los ecosistemas: los bosques mediterráneos adaptados al fuego, los fondos marinos antárticos que se recuperan tras el paso de un iceberg, o las reservas marinas de las Islas Medas. Pero todos coincidían en un matiz fundamental: la resiliencia depende de la biodiversidad. La desaparición de los polinizadores, por ejemplo, no solo afecta a plantas y animales, sino que puede comprometer nuestra propia producción de alimentos. 

“La biodiversidad nos protege también sanitariamente”, subrayaba Simó, vinculando la pérdida de especies con el riesgo creciente de nuevas pandemias.

Cuando la ciencia dialoga con la cultura

La película Flow, con su gato protagonista y su apuesta por la cooperación como respuesta a un mundo devastado, funcionó como una metáfora potente de lo que la ciencia observa cada día. Vanessa-Sarah Salvo destacaba la belleza de una historia donde la unión de especies diferentes es clave para avanzar. El público, a través del cine, podía reconocer en aquel relato simbólico la realidad de los ecosistemas y, al mismo tiempo, una advertencia dirigida a nuestra propia especie.

El ciclo “CSIC de Cine” demuestra que la cultura puede ser un espacio privilegiado para la ciencia: un lugar donde la reflexión académica se mezcla con la emoción y el pensamiento crítico. Y es en este encuentro donde cobra fuerza el mensaje que los tres investigadores repitieron de distintas maneras: la cooperación no es solo una estrategia evolutiva, sino una necesidad urgente para un futuro compartido. O, como decía Rafel Simó, “a donde yo no llego, tú puedes llegar, y juntos salimos adelante mejor”.